Lambucio Ilustrado: crónicas lambucias
Producto de la expansión manufacturera de la
quincalla del mundo (China) y sus vecinos, la democratización de la moda se ha
establecido en casi todos los rincones del orbe: zapatos Nike, camisas
Aeropostal, cortes de cabello entre lo punk y lo pop. Ciertamente, el abaratamiento de la mercancía –que
va de la mano, claro está, con la explotación- hace posible que la farándula
tenga sus provisiones al alcance de la mano. De un tiempo para acá, cuando la globalización se hace patente no sólo
por el mercadeo multinacional sino por la omnipresencia de la opinión (redes
sociales), la rebeldía político-cultural
asume como propia la estética del establishment, generando no pocas
distorsiones de la realidad.
Un serio atentado a la coherencia llamaría yo a
esta nueva-vieja apetencia de la rebeldía mercadotécnica, de la guerrilla del
marketing, de la izquierda de los códigos de barra y comida rápida. La rebeldía
fashion es el nuevo engendro del desencuentro y de la toma de cualquier
identidad arrebatada a trompicones de la vitrina de un mall. Sí, el rebelde
fashion prefiere los anglicismos. Los nuevos referentes de la rebeldía coquetean con la coquetería.
El rebelde fashion no sólo gusta del buen
vestir, sino de la opinión gratuita: en España cala perfectamente el apodo de “giliprogre”: una persona que, para no quedarse sin opinar, emite cualquier declaración políticamente
correcta aún cuando contradiga sus anteriores argumentos. Flirteos con el
ecologismo, el antiimperialismo y lo hippie, el rebelde fashion es el paradigma
de la izquierda actual. ¿Y cómo no, si sale tan barato un par de Levi’s y unos
lentes de sol? Claro, uno tiene derecho a vestirse como quiere, incluso de
burgués. ¿No, rebeldes?
La victimización como vehículo de la generación de estereotipos no es nueva en la izquierda: quien pueda leer entre líneas el mensaje expuesto en la foto anterior podrá apreciar cómo una mal comprendida expresión artística puede ser canalizada como parte de la identidad nacional: sí, cuesta creer que la patria sea defendida por estos niuyorkinos cautivos en Caracas; para esta nueva rebeldía, la ideología es estética, y dicha estética es costosa.
¿Desde cuándo la venezolanidad está en el Bronx?
La victimización como vehículo de la generación de estereotipos no es nueva en la izquierda: quien pueda leer entre líneas el mensaje expuesto en la foto anterior podrá apreciar cómo una mal comprendida expresión artística puede ser canalizada como parte de la identidad nacional: sí, cuesta creer que la patria sea defendida por estos niuyorkinos cautivos en Caracas; para esta nueva rebeldía, la ideología es estética, y dicha estética es costosa.
¿Desde cuándo la venezolanidad está en el Bronx?