El Lambucio Ilustrado: La residencia diabólica (o cuestionamientos físico-acústicos de la maldad humana)

jueves, 1 de julio de 2010

La residencia diabólica (o cuestionamientos físico-acústicos de la maldad humana)


Hace 45 años, Jean Paul Sartre, en su casa, bajando por las escaleras de la azotea, pisó una concha de cambur y se esmuñungó el cogote. De toda su parafernalia existencialista (la cual, como toda parafernalia, posee elementos interesantes), dijo lo que se convertirá en la frase del futuro: "el infierno son los otros". Es, por ende, À huis clos, más que una obra de teatro existencialista de referencia académica, un texto que encierra una de las frases en la que se sumergirá el porvenir humano y especialmente el criollo.

En mi vecindario, o mejor dicho, mis vecinos, han tomado al pie de la letra esta frase y la han convertido en su estandarte de guerra convivencial. Los más descabellados ejercicios de la hijueputez humana son llevados a cabo frecuentemente por un ejército atormentador. Los fines de semana se caracterizan por ser precisamente lo opuesto a lo que deberían ser: si el descanso en cualquier zona es ley, en esta, donde vivo, se convierte en anatema. Por eso me pregunto ¿será una patología de la convivencia el hecho de irrumpir temerariamente en la paz ajena? Si la autoridad no sólo labora en las proximidades del inmueble, sino que también pernocta en ellas ¿es esto muestra del poco respeto por la tranquilidad vecina o es más bien una demostración de la pasividad de quien es destruido, llevado a masoquismos extremos?

Este panorama pantanoso es la carátula del asunto, la parte externa, lo visible, el carapacho de la tribulación. A niveles más profundos, cabría preguntarse, dada la alta frecuencia de los tormentos ¿no será que, inconscientemente, este vecindario maldito necesita tales bullarangas? ¿Será que en lo más recóndito de las almitas de quienes cohabitan en este suburbio, hay un bailarín endemoniado que pide ritmos endiablados a cincuenta mil revoluciones por minuto? ¡Tum-tum-tum-tum-tum-tum-tum-tum! ¡Coño! ¡Por el amor de Atila!

¿Es el desnalgue una manifestación de alegría? ¿o es más bien un culto al sin-sentido? Nadie, absolutamente nadie en sus sanos cabales puede disfrutar un momento en el que el sonido ensordecedor de una canción llena todos los rincones del espacio. Si el sonido se propaga por ondas sonoras, en mi vecindario se propaga por ondas diabólicas. En mi Manual de tenebrismo físico (2008) hay una fórmula para calcular la maldad acústica humana expresada en rabios (Rb), unidad físico-acústica del tormento que equivale a 140 decibelios (umbral del dolor) por el número de insultos proferidos por hora entre el área, sería:

Rb=140 db x cñm / l²

(Asumiendo que el área en cuestión es cuadrada como cualquier vulgar apartamento de cuatro paredes).

Por tanto, al ejemplificar dicha fórmula, pongo el caso del pasado fin de semana, en el que se alcanzó un alto nivel de maldad acústica. Sea la cifra del umbral del dolor multiplicado por treinta y siete coñazos de madre entre el área de mi apartamentucho:

Rb=140 x cñm / l²

Rb= 140 x 37 / 97

Rb= 53, 40

Ahora bien, una noche en la que exista un altísimo nivel de rabios, es una noche con una peligrosa propensión a conductas autodestructivas, en mi caso, a conductas piromaníacas. Por poco llegué a la irresponsable solución de mi infancia de arreglar todo con fuego: se hace una bola gigante de algodón a la cual se impregna totalmente con alcohol; con un dispositivo especial para arrojarla, se le prende fuego y se dirige a un punto específico: una puerta, una cortina, un capó de carro, etc.

Debe dejarse claro que todo nivel de rabios superior a 100, es irremediablemente dañino, por lo cual, de buenas a primeras, se recomienda el suicidio.

En artículos posteriores, procederé a explicar con más detalle esta formulación, así como la revisión formal de la ley de Hulk (o ley de probabilidad de reparación instantánea).

Referencias

Rengifo, J. (2008). Manual de tenebrismo físico. Caracas, Venezuela: Ñif.


3 comentarios:

Don Cadáver dijo...

Leyendo la descripción que haces de la realidad de tu vecindario, no puedo menos que advertir lo ajustada que está a la realidad. No hay que darle muchas vueltas al asunto para descubrir el origen de esta situación: la profunda decadencia de esta sociedad, marcada por una tendencia a la superficialidad irreflexiva, que la impulsa a buscar, en el ruido ensordecedor, un modo de evasión de su tragedia; una tragedia que desconoce pero que vive con drama; una tragedia macabra que lo consume día a día. El mundo contemporáneo del venezolano es tan trágico, que no sé si exista otra alternativa distinta de la evasión... aunque sea a través de ruidos siniestros.

Anónimo dijo...

Buenisimo...

Salvador Suniaga dijo...

¡Jajaja! Está genial ese manual. Deberías publicar más fórmulas.