“Según Freud, el inconsciente humano no conoce el tiempo o la muerte. En sus recovecos orgánicos y psicoquímicos internos el ser humano se siente inmortal”. Roberto Esteban Duque. Ensayo sobre la muerte.
"La figura de la muerte, en cualquier traje que venga, es espantosa". Cervantes.
"Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda". Fontaine.
Conocido es por todos el proceso terminal de la vida: la muerte. Una experiencia social que en todas las culturas representa un momento trascendental como agente catalizador de tradiciones o ritos cuya acción primordial es expresar lo que la muerte representa. La magnitud de la ceremonia fúnebre, en muchos casos, es la mejor evidencia de cuán importante fue, no sólo el fallecido, sino el mismo acto de morir.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando algo tan significativo como la muerte se traslada a la esfera ultramoderna y globalizada de internet, que a fin de cuentas representa la más reciente vía de comunicación humana? No cabe duda de que la muerte adquiere los mismos matices que posee la frenética y arrebatada aldea global.
Hace pocas semanas se produjo el asesinato del cantautor argentino Facundo Cabral. Una enigmática muerte que consternó buena parte de la sociedad latinoamericana. Llaman poderosamente la atención las demostraciones de aflicción producidas por un evento tan lamentable como dantesco, precisamente de personas cronológicamente jóvenes, asiduas al twitter, facebook, youtube, etc., quienes muy probablemente en su vida, jamás de los jamases, en la quintaesencia del nunca, habrían conocido ni siquiera una canción del cantante. Personas que muy probablemente nunca en su vida supieron que Facundo podría ser el nombre de una persona. Inmediatamente producido el trágico homicidio, una grotesca cantidad de usuarios atapuzaron sus cuadros de mensaje, teléfonos móviles, subnicks, hashtags, etc., mostrando aparente dolor. Ahora bien, ¿tan nimia demostración es digna de alguien como Facundo Cabral, o más bien es una de esas subterráneas motivaciones humanas de figurar en cuanto evento se dé expresadas a través de la accesibilidad vertiginosa que brinda la vida 2.0?
La comunicación humana es una trampa. Muchos académicos suelen alabarla por la posibilidad que ésta ofrece de vincular y dinamizar las relaciones humanas, pero lo que parecen estar olvidando es que, así como une, también separa. La comunicación es puente y obstáculo, camino y barranco, ayuda y perjuicio a la vez. Muchos parecen estar ignorando que la estética comunicativa de la actualidad, rápida, volátil y práctica, se está trasladando al resto de las relaciones interpersonales, condicionándola a una extensión determinada, a un avatar, a un tema de interés.
Al calvario de la superpoblación, que de por sí menoscaba el valor de la vida humana, hay que sumarle una suerte de culto fashion que está envolviendo a la muerte: todo indica que no sólo la vida de una persona valdrá menos, sino que si ésta no se adapta a la moda, ni siquiera será una estadística de fin de semana.
¿Qué estamos haciendo?, ¿trivializando lo inevitable, aprovechando la superficialidad de las redes sociales, para escapar? Al final de este artículo, cualquier muerte que pretenda trascender, deberá caber en 140 caracteres…