Luego de haberme ausentado por motivos académicos, escribo este post para hacer unas breves reflexiones sobre uno de los sentimientos que, sin duda alguna, marcan la vida de quien experimenta el elixir (o el flagelo) del amor.
Sigmund Freud, un día comiendo majarete, se sentó en una silla con la pata chueca, se cayó y se esmuñungó el cogote. De todo su arsenal de paja loca, caracterizó de manera brillante un planteamiento relacionado con esa sensación que emboba, alela, hechiza, petrifica al más guapo y enguayaba al más pintao: “el amor es la expresión —o una sublimación— del instinto sexual, en el lugar de reconocer que el deseo sexual es una manifestación de la necesidad de amor y de unión”.Tomando en cuenta lo anterior, cabría preguntarse ¿es el amor un sentimiento o una actitud? En esta turbulencia postmoderna en la que todo se cuestiona, pareciera que la segunda opción lleva las de ganar.
Si de algo no se salvó esa palabra de cuatro letras en la que participa la traviesa representación de un ángel mariconcito con las nalgas al aire, malgastando flechas como Don Regalón, es precisamente de haber sido repensado, reinterpretado a la luz de estos tiempos. ¿Acaso no se ha banalizado el amor a través de unconsumismo pervertido en el que la obligación de obsequiar algo constituye la supuesta materialización del afecto? ¿O es que alguien piensa que esta época es propicia para los amantes chapados a la antigua? ¡No! Definitivamente no. ¡Abran los ojos de una buena vez! En esta época bimilenaria el amor es físico, tangible, observable, ajeno a toda representación idealista, lejano a toda cursilería decimonónica. Quien más tiene más regala, y por ende, más “quiere”.
A mi parecer es precisamente la inmediatez del contexto en que vivimos lo que motiva a la gente a convertir en modas lo que inicialmente es biológico: el amor, en su más humana y cruda expresión, es sexo. Así como suena. El amor, en los seres humanos, sólo puede darse (mas no materializarse) a través del sexo. La regaladera compulsiva, la moda, el fashion prèt -a-porter, no es más que una ilusión pasajera, una sublimación de lo que se siente. Lo que llama la atención es que los medios de comunicación, como ya es costumbre, no dejen de construir esa atmósfera ficticia, ecuménica, catedralicia, parafernálica, en la que para amar hay que gastar. Y pareciera ser así según Fromm: las relaciones mercantiles-económicas están vinculadas con las relaciones interpersonales.
¿Es el amor es un arte? Para amar de verdad se necesitan cualidades que se forjan a través de la práctica, de la constancia. Yo iría más lejos: el amor es una actitud.
Debido a que muchas veces es imposible amar sexualmente a quienes deseamos, modificamos el contenido de nuestros deseos, aunque en esta fecha no pareciera ser la música, ni la pintura, ni la poesía los mecanismos de sublimación, sino la compra-venta de objetos. Sí: todo parece indicar que el amor, en pleno siglo XXI, es un fetiche. Aunque ya sepamos que el porvenir de nuestras relaciones esté condicionado por la intensidad de la estimulación, bien sea ésta sexual, verbal, afectiva, etc., y por el desvanecimiento de la efectividad de los estímulos “amorosos”, conviene seguir sublimando el amor, pero no de la manera en que nos lo ha impuesto este desastroso contexto ultramoderno, sino por medio de actitudes realmente humanas. Yo propongo una: el respeto. No puede haber ninguna demostración de amor que no parta del respeto. Propongo otra: el eterno retorno: el enchapado a la antigua.
¿Por qué esta sociedad se habrá empeñado en convertir la expresión artística del amor en anatema? ¿Es que acaso la voz de Alfredo Sadel no fue lo suficientemente amorosa para humedecer los nichos de amor de las primaverales escuchas? ¿Por qué se extinguió la serenata? ¿Es que acaso un aparatucho cagalitrosomade in Chinapuede tener más carga afectiva que un romance musical? Sencillamente, nuestra Venezuela de rojos destinos desnaturalizó la verdadera esencia del amor.
Este 14 de febrero son libres de obsequiar lo que sea, o mejor dicho: son libres de perpetuar el nuevo paradigma del amor – compra.
El amor es una actitud sexual, mental y espiritual. O si no que lo diga Felipe.